sábado, 23 de octubre de 2010
Poema al Vino (Tito Fernández)
En una copa de vino puede estar la gracia o el infierno.
allí, sencillamente, la alegría puede volverle, al hombre, la espalda
y el hombre puede convertirse en una historia triste.
Jesús le dio la gloria, a sus amigos, en un vaso de vino.
Sin embargo Judas bebió, en él,
el amargo veneno de la envidia y la traición.
El vino puede vestir, de luto, el alma de una madre,
pero puede, también, alegrar el corazón.
Nadie que haya bebido vino negará esta historia.
Porque nadie, que haya bebido vino,
ignora la verdad de su intención.
Como hijo, de la tierra, el vino es santo.
Caminando con el hombre, a veces se contagia
y se enferma de intenciones oscuras.
Porque el vino no alegrará los corazones
cuando una copa de más está en la sangre
y nos borra el color de la vida,
que también es de tierra y fruto.
Yo le he cantado al vino, con respeto,
y, a pesar de haberlo tenido de enemigo
entiendo que ha sido por mi culpa
porque no quise, entonces, ver que una copa de vino
y una mujer hermosa
pueden embriagar al más severo de los hombres
con una sensación de espuma, y rosa, peligrosa.
Pero el vino es bueno, compañero.
Y encontrador, a veces, de las cosas preciosas.
Por eso alzo mi copa, este tiempo de fiesta,
sin temor al mañana mi a su sabor, amargo.
El que aprende a gustar, del vino, en buena forma
se unirá, por su gracia, con el amor, cantando.
Vaya esta copla del vino
para el hombre que quiere ser amigo y nunca esclavo.
Si la tierra nos da el vino, por la gracia de Dios,
alcemos nuestras copas y bebamos, cantando.
¡A la salud de todos los amores!
¡A la salud del pueblo, trabajando!
¡A la salud de las mujeres, bellas flores!
¡Y de nuestros hermosos, y jóvenes, muchachos!
Que mañana saldrán, desde las aulas,
contentos, vitales, a darnos un abrazo,
para, después, fundar una esperanza
que hará, de nuestra Patria, otro milagro.
No reniegues del vino, compañero,
ni del segundo de vida que aletea en tu vaso.
Yo he encontrado, en el vino, mis canciones
y, porque el vino viene de la tierra,
yo lo amo.
Porque me dio, con dolor, vasta experiencia
le agradezco la prueba de esos años.
No reniegues del vino, compañero ¡No!
También es, para ti, la sangre de aquel pacto.
No olvides que el hombre entre los hombres,
selló su muerte, pero también su vida eterna,
levantando su copa y bebiéndose un trago.
allí, sencillamente, la alegría puede volverle, al hombre, la espalda
y el hombre puede convertirse en una historia triste.
Jesús le dio la gloria, a sus amigos, en un vaso de vino.
Sin embargo Judas bebió, en él,
el amargo veneno de la envidia y la traición.
El vino puede vestir, de luto, el alma de una madre,
pero puede, también, alegrar el corazón.
Nadie que haya bebido vino negará esta historia.
Porque nadie, que haya bebido vino,
ignora la verdad de su intención.
Como hijo, de la tierra, el vino es santo.
Caminando con el hombre, a veces se contagia
y se enferma de intenciones oscuras.
Porque el vino no alegrará los corazones
cuando una copa de más está en la sangre
y nos borra el color de la vida,
que también es de tierra y fruto.
Yo le he cantado al vino, con respeto,
y, a pesar de haberlo tenido de enemigo
entiendo que ha sido por mi culpa
porque no quise, entonces, ver que una copa de vino
y una mujer hermosa
pueden embriagar al más severo de los hombres
con una sensación de espuma, y rosa, peligrosa.
Pero el vino es bueno, compañero.
Y encontrador, a veces, de las cosas preciosas.
Por eso alzo mi copa, este tiempo de fiesta,
sin temor al mañana mi a su sabor, amargo.
El que aprende a gustar, del vino, en buena forma
se unirá, por su gracia, con el amor, cantando.
Vaya esta copla del vino
para el hombre que quiere ser amigo y nunca esclavo.
Si la tierra nos da el vino, por la gracia de Dios,
alcemos nuestras copas y bebamos, cantando.
¡A la salud de todos los amores!
¡A la salud del pueblo, trabajando!
¡A la salud de las mujeres, bellas flores!
¡Y de nuestros hermosos, y jóvenes, muchachos!
Que mañana saldrán, desde las aulas,
contentos, vitales, a darnos un abrazo,
para, después, fundar una esperanza
que hará, de nuestra Patria, otro milagro.
No reniegues del vino, compañero,
ni del segundo de vida que aletea en tu vaso.
Yo he encontrado, en el vino, mis canciones
y, porque el vino viene de la tierra,
yo lo amo.
Porque me dio, con dolor, vasta experiencia
le agradezco la prueba de esos años.
No reniegues del vino, compañero ¡No!
También es, para ti, la sangre de aquel pacto.
No olvides que el hombre entre los hombres,
selló su muerte, pero también su vida eterna,
levantando su copa y bebiéndose un trago.
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